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domingo, 26 de octubre de 2014

Hoy tomo café con…



Marina Perezagua
      Una ferviente defensora del cuento, género al que ha dedicado sus dos libros, Criaturas abisales (2011) y Leche (Los libros del lince, 2013).


          Marina Perezagua (Sevilla, 1978) es licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla. Tras su licenciatura marchó a Estados Unidos con una beca de doctorado en filología hispánica, y durante cinco años impartió clases de lengua, literatura, historia y cine hispanoamericanos en la Universidad Estatal de Nueva York en Stony Brook. Durante dos años trabajó en el Instituto Cervantes de Lyon. Actualmente vive y trabaja en el Department of Spanish and Portuguese Languages and Literature, de NYU.


        Déjeme preguntarle una obviedad ¿por qué inicia su actividad literaria escribiendo cuentos y qué pretende con ellos?
        Crecí leyendo cuentos y valorando el cuento como género literario en tanto que permite, en mayor medida que otros géneros, la fijación de unos arquetipos con que constituir el mito de nuestra presencia y crecimiento en el mundo. No considero, obviamente, el cuento como parte de un libro de cuentos, sino como obra absolutamente autónoma, que debería tener la misma presencia en su publicación en solitario que una novela. Respecto a la intención, no tengo ninguna a priori. Cuando escribo no pienso en ningún tipo de efecto más que el de dar vida. Pero si pudiera aspirar a conseguirlo, me gustaría que la lectura de lo que escribo cambiara alguna fibra en el lector. Las únicas lecturas que me interesan son las que me modifican.

        Si el texto breve exige más autodisciplina, ¿es consciente de las dificultades del género?
        Sí. Eso es lo que más me gusta. La dificultad. Es como un juego mental, porque todas las piezas pueden y deben encajar. En la novela uno se puede permitir mayores licencias, ratos de ocio, en el cuento, no. Es un reto continuo. Ahora que escribo una novela extraño esa tensión permanente.

        Sus cuentos resultan extremadamente visuales, ¿fruto de la época o de toda una educación?
        Soy historiadora del arte y mi apreciación del mundo es extremadamente visual. Lo que escribo no surge a partir de pensamientos, sino de imágenes. No sé el proceso por el cual ocurre, pero a veces veo una imagen y en ella encuentro la historia completa, como si me la pusieran escrita de principio a fin y yo la aprehendiera sólo a partir de lo que mis ojos ven en un instante. Para mí el acto de mirar es esto: leer lo que voy a escribir.

     ¿Qué recorrido establece entre sus Criaturas abisales (2011) y Leche (2013)?
        Criaturas abisales es un libro que me parece muy lejano, pero eso me pasa cada vez que cierro algo. Leche, cuando lo entregué para su publicación, también me pareció lejano. Pero Criaturas abisales me dio la fuerza para indagar de manera más consciente en obsesiones que se desarrollan en Leche.

        Las historias de su segunda colección resultan más reales, las primeras más fantásticas; ¿se distancia con Leche de la literatura?
        Bueno, tendríamos que definir literatura de algún modo, y no me atrevo. Sí es cierto que valoro más una obra con mayor densidad ficticia que real, por su capacidad de creación en el sentido más literal de la palabra, pero esto no tiene tanto que ver con el género fantástico, que no me interesa particularmente, sino con intentar rehuir del dato que nos ha sido dado, la noticia, el testimonio. En Leche la aparente realidad  testimonial no es tal. Sólo un testimonio es real. “Little Boy”, por ejemplo, es ficción. Nunca conocí a la señora que supuestamente me dio toda aquella información.



     Cuando uno termina de leer Criaturas abisales debe respirar profundamente, ¿era ese su propósito?
        Realmente no tenía ningún propósito. Criaturas abisales es un libro muy honesto. Pudo ser así porque cuando lo escribí no pensé nunca que lo publicaría. El único propósito que tenía era algo muy básico: divertirme viendo cómo todo se formaba de acuerdo a unas reglas que eran independientes (en tanto que inconscientes) de mis principios o visión del mundo.

        ¿Mide usted sus fuerzas, no obstante, para que sus textos alcancen cierta realidad?
        La realidad sólo me interesa como espejismo. Me interesa lo verosímil, que es indispensable, pero la realidad es totalmente innecesaria en literatura. Lo que sí me gusta es hablar de algo que nunca ha existido como si lo conociera de toda la vida.

        ¿Cree que sus lectores deban sentirse identificados con sus relatos? Y si es así, ¿surge entonces su libro Leche? 
        Habrá lectores que se sientan identificados y otros que no. Imagino que parte de la buena recepción se debe a que doy cierta importancia a la voz de aquellos que normalmente no escuchamos. No ser escuchado es un sentimiento que todos hemos sufrido, en mayor o menor medida.

        Trasciende su pasión personal a su literatura, ¿en qué medida?
        Sí. Pero mi pasión trasciende todo. No soy capaz de escribir sin poner todas mis fuerzas, pero tampoco soy capaz de dar clases del mismo modo. Es agotador, pero ya no intento cambiarme. Es mi modo de ser. Lo único que puedo hacer es tratar de mantener mi corazón fuerte para que me resista.

        La anterior es una pregunta obligada porque a los lectores no nos deja tregua, ¿Distingue entre los términos terrible y tragedia?
        Para mí la tragedia es lo que de antemano te advierte que lo terrible es inevitable. La tragedia se huele desde el principio. Lo terrible puede ser un fotograma. La tragedia es una película entera.

        ¿Erotismo y terror, se convierten, en pautas esenciales en su narrativa?
        Lo son. Pero no premeditadamente. Imagino que son esenciales porque en esos ámbitos uno es vulnerable, y ahí es donde uno se abre para recibir lo que sea, lo que sea que no es él, sino otro, cosa, persona. Me gustan las personas, y los personajes, porosos. Parece que cuando uno está alegre no necesita nada más. Puede dar, es como un sol, puede irradiar, pero difícilmente puede recibir del mismo modo, porque en su felicidad constituye su fortaleza, su hermetismo, en cierta manera. Con la tristeza, el erotismo... sucede al revés, son terrenos absorbentes, como la tierra seca. Estos son los materiales que más me interesan.



    ¿Lo real trasciende a lo fantástico y viceversa?
        Depende del concepto de fantástico y realidad que tenga cada uno. Yo no los distingo muy bien. Imagino eso hace que mi respuesta a la pregunta sea afirmativa.

      Si definiéramos sus relatos como inquietantes, atroces, crueles, paradójicos, humanos, terribles, un auténtico paseo por los abismos del ser humano… ¿qué diría?
        Diría que “Il faut connaître la nuit”.

        ¿Se siente usted alguna vez como el Minotauro encerrada en su propia soledad?
        En realidad, como persona, no tengo mucho que ver con mis personajes. A veces me siento sola, pero como todo el mundo. Por otra parte el sentimiento de soledad, a no ser que se prolongue en el tiempo como algo impuesto, me resulta agradable y necesario para la creación.

        Para terminar, ¿qué busca, realmente, en la literatura?
        En la escritura busco divertirme. En la lectura, cambiarme, alterarme.



                                                     
                                               
                        Barcelona, Los Libros del Lince, 2011 y 2013

                                                                

1 comentario:

  1. Me quedo con la última respuesta de esta joven escritora.
    Mª Ángeles.

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