Vistas de página en total

lunes, 28 de diciembre de 2015

Desayuno con diamantes, 67



EL DISCURSO SOBRE LO EVIDENTE DE GÜNTER GRASS         

        Artículos y opiniones (1955-1971), Galaxia Gutenberg/ Círculo de Lectores, recoge el primer volumen de los dos que conforman la Obra Ensayística Completa de Günter Grass, testimonios de una trayectoria imperturbable, unos textos sorprendentes por su clarividencia.



     Los testimonios del escritor, pintor, escultor y poeta alemán, Günter Grass (Danzig, 1927- Lübeck, 2015), a lo largo de las últimas décadas, ofrecen en un documento imperturbable, una sorprendente visión de los problemas de su época y en buena parte sus opiniones acerca de la reconstrucción de un país como la República Federal Alemana. El escritor Günter Grass después de ahondar en su propia formación, estudiante en la Escuela de Bellas Artes de Düsseldorf y Berlín y cultivando, inicialmente, la creación plástica, estrecharía sus vínculos con el Grupo 47, cuyos miembros le proporcionarían una actitud crítica de mejor entendimiento dentro del panorama intelectual en lengua alemana, se atrevería a presentar sus textos en sociedad, como algo ya acabado y maduro y, una vez constatado este hecho, viajaría a París, donde escribirá abundantemente y se relacionará con artistas franceses, suizos e italianos, para empezará a dar a la imprenta sus primeros relatos, y posteriormente  volver, de nuevo a Danzig y otras ciudades polacas, paisajes que le devolverán a la idea de reconstruir un viejo proyecto basado en los escenarios de su pasada memoria y buena parte de su mejor imaginación; se trata del primer gran libro del escritor alemán, El tambor de hojalata (1959), esa obra que muestra, entre otras cosas, la perspectiva de un marginado que se convertirá en el eje-fundamento de la narración y de posteriores trabajos suyos. En la década de los 60 tanto Böll como Grass, los dos grandes nombres del panorama narrativo alemán, representan al intelectual democráticamente comprometido con la literatura y con la política, actitudes que con capaces de unificar en experiencias sociales y procedimientos estéticos. Sus compromisos políticos con el SPD, y concretamente con su líder Willy Brand, habían comenzado en 1961 y ya en 1965 colaboraba activamente en la campaña del partido socialista alemán, además de ser miembro activo del consejo personal del futuro canciller. Vuelve a participar, nuevamente, en 1969 y a partir de 1970 se le considera como la cabeza visible del colectivo doctrinal de los socialdemócratas, hasta la dimisión de Brand en 1974, motivada por el escándalo de espionaje que salpicó a su gobierno. Su actitud política decrece entonces frente a un mayor compromiso con cualesquiera de los temas que afecten a la actualidad mundial: el peligro y desarme nuclear, la xenofobia, las revoluciones americanas del sur, los países de Tercer Mundo o la agonía de los bosques alemanes, sentimiento recogido magistralmente en su libro Madera muerta (1990). Grass ha sido desde siempre, antes de su reconocimiento mundial con el Nobel en 1999, una voz en libertad, siendo esta una actitud alentadora al margen de una obra que siempre resulta incómoda porque conmueve a multitudes; su literatura, su prosa en general, se erige contra toda forma de estupidez, una actitud tan lamentablemente frecuente en la realidad de nuestro mundo actual.


Grass y el ensayo

        El estilo ensayístico de Grass obedece a una estética vivida en medio de una social democracia tras los difíciles años de la postguerra europea; es decir, que sus fuentes son ascéticas, sobrias, de valores fijos y absolutos, en realidad, como ha escrito Luis Meana, una estética de lo solido que procede de la cultura del hierro y de la fábrica; el suyo es un ensayismo que tiene algo, o incluso mucho, del reporterismo de lucha por la libertad de Hemingway; pero el ensayismo de Grass es «moderno» en ese sentido concreto, o sea, comprometido con los bienes y los principios de la ilustración: la defensa de la razón ilustrada y de sus imperativos categóricos. Esa modernidad con que tildábamos los ensayos del escritor alemán resultan de su actitud de denuncia, vigilancia o vigilia de los temas que afectan al poder y sus metástasis, en realidad, la postura del intelectual comprometido clásico o la visión de una obra ensayística fundamentalmente política, incluso cuando el propio autor ensaya sobre literatura. Arte y moral aparecerán a lo largo de toda la obra de Grass como materias coincidentes, un tipo de ensayo que daría lugar a ese realismo hipercrítico que llevaría a cabo Grass a propósito, entre otras cuestiones, a escribir reiteradamente sobre la reunificación alemana o a ensayar sobre lo grotesco. Pero lo grotesco como una categoría que enlazaría con buena parte de su obra literaria y semejante actitud bien podría aproximarse al método esperpéntico valleinclanesco para hacer más visibles, más perceptibles las deficiencias políticas y sociales que crítica una y otra vez. 
        La mayoría de los ensayos de Günter Grass tienen una temática directa o indirectamente política y, sobre todo, se refieren a ese tema que tanto le ha preocupado incluso literariamente, nos referimos a la Alemania de postguerra, concretamente a ese episodio de  su vida, la Alemania nazi, la guerra y la postguerra. El autor le ha dedicado toda una trilogía, la de Danzig: El tambor de hojalata (1959), El gato y el ratón (1961) y Años de perro (1963),  la de la socialdemocracia, con textos como El rodaballo (1977), o el intento de extender su visión a una mirada global del planeta y, valga como ejemplo también, un texto como La ratesa (1986), fruto de su experiencia vivida en Calcuta y posteriormente a la Nicaragua sandinista, y, finalmente, la reunificación alemana, sobre todo tras la caída del muro de Berlín en 1989, esa enorme sorpresa que supuso que dos Estados se unieran y que la historia alemana se tambalease; fruto de esta experiencia sería su novela más comprometida Es cuento largo (1995), donde trata de comprender la primera reunificación de 1871 y por supuesto, repasar todo un siglo de historia alemana.
        A estas alturas de su vida, Grass, no se considera un escritor comprometido, figura tan de moda, sobre todo, en la década de los sesenta, sino más bien un ciudadano comprometido que no viene a ser lo mismo; nada resultaría más peligroso que trasladar a la política el compromiso que tiene el escritor con su propia obra y conduciría —en palabras de Ignacio Sotelo— a un totalitarismo dogmático y fundamentalista y, por consiguiente, defender una literatura políticamente comprometida llevaría a plantear la política en esa radicalidad de la palabra o como el mismo narrador alemán afirma, «la política surge de los compromisos, vivimos gracias a los compromisos políticos, los compromisos destruyen la literatura».  Pocos escritores de su generación han ofrecido a lo largo de estos años textos tan críticos como los del Nobel alemán, sobre todo los que surgieron en los difíciles años de la confusión federal alemana o los grandes acontecimientos mundiales, empezando por el muro de Berlín, la visión de la China de Mao, el Vietnam de Ho Chi Minh, la Cuba de Castro que, en esos difíciles años se convirtieron en modelos de exaltación juvenil. Entre 1970 y 1972 llegó a publicar, regularmente, bajo el epígrafe de «Diario político» una columna en el Süddeutsche Zeitung, una mirada atenta que subraya la idea del escritor de mantenerse críticamente al lado de los votantes, más que desde su posición privilegiada observador erudito. Leyendo textos como «El elector y su voz», «Alemania: dos Estados, ¿una nación?» o «El trabajador y entorno», el lector tiene la oportunidad de vislumbrar el Grass más socialdemócrata y de enterarse cómo era realmente la socialdemocracia y su estela hasta estos años. Sotelo destaca de aquella época la presencia del escritor en el primer congreso semiclandestino que celebró el PSOE en 1976 en Madrid.



     Con «La destrucción de la humanidad ha empezado», conferencia pronunciada en Roma en 1982, inicia la cuestión que centrará su atención en la década de los ochenta, es decir, la acumulación de armas de destrucción masiva por parte de los dos bloques, con el riesgo permanente de propiciar una Tercera Guerra Mundial y, por consiguiente, el fin de la humanidad. El desastre de Chernóbil en 1986 pondría de manifiesto el permanente sentimiento de catástrofes ecológicas. Un libro como La ratesa (1986) termina describiendo un planeta dominado por las ratas y del que ha desaparecido la humanidad, «Veo sus pueblos que se multiplican. Libre de hombres al fin, la tierra les ofrece espacio. El mar volverá a llenarse de peces. En las colinas que hay detrás de la ciudad crecen espesos los bosques. Los pájaros aprovechan el cielo».
     El 9 de noviembre de 1989, sin previsión alguna, cae el muro de Berlín. Y en pocos meses la unificación de los dos Estados alemanes está al alcance de la mano y lo que desde la década de los sesenta se veía como algo imposible y poco deseable por parte de los alemanes federales, con la llegada de la socialdemocracia el acercamiento iba a ser posible en  ese corto espacio de tiempo que se propiciase una evolución hacia un socialismo democrático. Grass había propuesto, desde la década de los sesenta, una confederación de los dos Estados alemanes que no violentaría la evolución de ninguno de los dos Estados durante la posguerra, sino que permitiría la aparición de un nuevo concepto. El canciller Kohl aceleró las etapas, negoció con Gorbachov una vía rápida, aceptada igualmente por Estados Unidos, y la nueva Alemania seguía perteneciendo a la OTAN y ni siquiera la señora Thatcher ni el señor Mitterrand pudieron frenar el proyecto. Desde revistas como Der Spiegel y en foros políticos, el propio Brandt, defendía dicha unificación por la vía de la anexión y el mismo sentimiento latía en la población alemana, frente a un Grass que quedaba como «traidor a la patria». En enero de 1990 el escritor publica un volumen que titula Alemania, una unificación insensata, que recoge los trabajos escritos y publicados desde un lejano 1961 para mostrar que es un tema que le preocupa desde siempre y que sus críticas son siempre meditadas. En agosto de 1995 publica Es cuento largo, su novela sobre la historia alemana desde la primera unificación en 1871 a la segunda en 1990, que marcará la última etapa de su labor ensayística. En las casi ochocientas páginas de Artículos y opiniones (1955-1971) (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores), Grass, reelabora el proceso de unificación desde el punto de vista de los perdedores, de la población oriental, primero colonizada y más tarde enviada al paro; es una literatura hecha desde la perspectiva de las víctimas y trata de poner de manifiesto que nada se ha aprendido y la historia se repite. Resulta que visto todo desde la perspectiva actual, el joven Grass que había comenzado con el escándalo de El tambor de hojalata en 1959, culmina con otro de mayores dimensiones con esta voluminosa obra; queda bien claro que, pese a todo, Günter Grass, permanece, como afirma, Ignacio Sotelo, fiel a sí mismo, justamente cuando ya ha alcanzado la cima del éxito y cuando ya ha recibido el reconocimiento mundial, esto es, el Nobel de Literatura por su contribución a la libertad de expresión. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario