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miércoles, 30 de diciembre de 2015

Lorenzo Silva



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CARTA BLANCA



     Lorenzo Silva (Madrid, 1966) ensaya, una vez más, con su narrativa, fragmentos de una crónica histórica poco tratada en la literatura española reciente y continúa ofreciendo, en esas sorprendentes intrahistorias, la memoria de unos héroes anónimos que sufrieron y vivieron una guerra como la del protectorado marroquí. Un episodio que, lejos de haberse solucionado, aún levanta encendidas voces con el vecino país y nos lleva a estar en permanente vigilia con el pueblo musulmán. Parte de su particular visión sobre el norte de África y las secuelas del conflicto bélico de principios del siglo XX, lo ofrecía el novelista en el documento Del Rif al Yebala. Viaje al sueño y la pesadilla de Marruecos (2001), novelaba episodios en El nombre de los nuestros (2002) y vuelve al tema, en una nueva narración, con Carta blanca (Premio Primavera de Novela, 2004). Este es un relato en cuya primera parte, esencial, se relatan los avatares del joven legionario, Juan Faura, en el lejano otoño marroquí de 1921.
    La novela ofrece algo más que esos episodios de la biografía anónima de un personaje o de sus vivencias bélicas y personales; inicialmente es, su bautismo de fuego en el Rif español durante la campaña de 1921, situada geográficamente en Zeluán-Segangan-Yebel Harcha; la justificación de aquella osadía juvenil en tierras marroquíes, en una segunda parte, localizada en la península, en su tierra valenciana, la Alzira primaveral de 1932, cuando, una vez reintegrado en la vida civil, viaja desde su destino de oficial de aduanas en Santander hasta allí para enterrar a su madre y reencontrarse con los fantasmas del pasado; y finalmente, en un tercer episodio, que transcribe los primeros meses de la guerra civil de 1936, en el marco de la caída de Badajoz, donde ya un desencantado Faura volverá a vestir el uniforme, esta vez, de miliciano para enfrentarse, ahora, a los enemigos que antaño fueron sus correligionarios. Se trata, por consiguiente, de la novela de un personaje que a lo largo de quince años de su vida sufrirá, de una forma u otra, el desgarro y el dolor que provoca y otorga no solo vivir en el mismo infierno sino también en el cielo. Así desde la sutileza que confiere un buen planteamiento literario, Silva ofrecerá, poco a poco, ese exiguo perfil que le permite la narración sobre su personaje, un hombre decepcionado por su propia circunstancia vital, que revivirá los errores de su pasado en brazos de quien fuera en otro tiempo su amante, el desdibujado personaje de Blanca; alguien que, una vez más, le otorgará esa «carta blanca» horas antes de su despedida, cuando, entregados a un furibundo encuentro amoroso, se despidan de una posible vida en común. Esta segunda parte, es el obligado eslabón que justifica en buena medida la historia a contar y lleva a su protagonista a enfrentarse, aún años después, a esos repetidos momentos de una crueldad sinsentido para certificar como, se percibe a lo largo del relato, que esta es una historia de perdedores, donde unos y otros seres están condenados a sufrir en lo esencial de sus vidas parte de la ilusión, la totalidad del amor o, incluso, la dignidad humana. 







CARTA BLANCA
Lorenzo Silva
Premio Primavera de Novela
Madrid, Espasa, 2004



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