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jueves, 28 de julio de 2016

Edvard Munch


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EL FRISO DE LA VIDA



MUNCH HABLA
Quizá la mejor manera de comprender la magnitud y la extensión de una vida dedicada al arte sea la visión de un atormentado carácter, y su inequívoca manifestación en un lienzo como El grito (1893), donde una figura andrógina, en un primer plano, simboliza a un hombre moderno en actitud de profunda angustia y desesperación existencial. El paisaje de fondo es Oslo, y el cuadro, parte del movimiento expresionista, es hoy una imagen icono-cultural. De luz semioscura, pese a sus abundantes colores cálidos de fondo, la figura principal muestra a alguien gritando; fuera de escena, dos figuras con sombrero no se distinguen con claridad; el cielo parece fluido y arremolinado, igual que el resto.
       Edvard Munch (Løten, 1863-Ekely, Oslo 1944) desarrolló una amplia y variopinta obra calificada entre un realismo a ultranza y un posimpresionismo; su técnica e intelecto, proclives a la experimentación le llevaron a sufrir continuas crisis nerviosas y aislarse en un sanatorio de Copenhague. “El friso de la vida” es la gran empresa de Munch, y su obra magna, una serie de expresivas pinturas y estudios gráficos centrados en tres temas: amor, angustia y muerte en las que volcó, de forma muy personal, inquietudes y angustias existenciales; y propenden a la manifestación de los sentimientos más violentos en su pintura. Munch se preocupó por dar realce al sentido simbólico-narrativo de los cuadros en un momento en el que, por lo general, se empezaba a desdeñar ese aspecto “literario” de la pintura. En este sentido, cobra particular importancia conocer sus escritos sobre lo que pintó y, en general, sobre el arte, aunque su frenesí vital agostara prematuramente su existencia.
       El volumen El friso de la vida reúne una selección de sus textos, y queda ilustrado por su propia obra, una selección que realiza Victoria Parra. La editorial Nørdica ha contado con Hilde Bøe, una de las máximas responsables del Munchmuseet, para escribir el prólogo: “Munch escribió toda su vida”. “Escribió —y guardó— redacciones y cuadernos del colegio, anotaciones en diarios, poemas en prosa, esbozos literarios y dramáticos, cartas de viajes, contribuciones en periódicos, contratos, solicitudes, prosaicas listas de tareas y, obviamente, cartas. (...) Los demás textos consisten en escritos de un amplio espectro de géneros literarios”. Este libro dibuja un recorrido por su prolífica obra, literaria y artística, y concreta su mítico concepto pictórico, “En general/ el arte surge/ de la necesidad de un ser humano/ de comunicarse/ con otro”, esboza Munch, en uno de los aforismos. Su desbordante ingenio le llevó a plasmar pensamientos y emociones más allá de lienzos y grabados; descarnados textos cargados de lirismo, reflejan apreciaciones sobre el arte en general o su obra en particular, ambientes y figuras que dejaron huella en su excepcional sensibilidad. En lo literario juega y experimenta con los géneros, lírica y aforismo, poemas en prosa y relatos (“El gato blanco”); de nuevo, el amor, recuerdo de Millie Thaulow; la angustia, elemento característico del mundo nórdico; y la muerte, en un ambivalente significado: despedida y/o ausencia.
       Sumergirnos en el mundo de Munch es una estimulante travesía pictórico-textual, que nos mantiene despiertos, percibimos que un vasto territorio se abre ante nosotros. Si hay algo que define al artista, constatado en este volumen, es su capacidad para crear tanto imágenes como esos relatos que nos cuentan historias, nos hablan de anhelos, o dibujan carencias humanas universales.









EL FRISO DE LA VIDA
Edvard Munch
Madrid, Nørdica, 2015; 192 págs.

 


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