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sábado, 23 de julio de 2016

Hoy tomo café con…



Ángel Zapata


       Ángel Zapata nació en Madrid, en 1961, es profesor de escritura creativa en la Escuela de Escritores,  y autor de La práctica del relato (1997), Las buenas intenciones y otros cuentos (2001), El vacío y el centro. Tres lecturas en torno al cuento breve (2002), y La vida ausente (2006). Tuvo a su cargo la edición de Escritura y verdad (Cuentos completos de Medardo Fraile), en Páginas de Espuma; ha publicado igualmente la traducción de André Breton y los datos fundamentales del surrealismo, de Michel Carrouges. Ha sido antologado en Pequeñas resistencias. Antología del nuevo cuento español; Siglo XXI. Los nuevos nombres del cuento español actual, Mar de pirañas. Nuevas voces del microrrelato español y Cuento español actual (1992-2012). Su reciente libro de cuentos, Materia oscura (2015), simultanea la escritura con esos conceptos entre lo pulsional y lo exploratorio.

¿Es verdad que hoy se practica una literatura sin vida, sin esperanza y sin futuro?
No sé si es verdad, es lo que yo creo. Más culta o más de consumo, la gran mayoría de la ficción literaria que se publica hoy está compuesta por productos de entretenimiento, o bien por esas narrativas acríticas que retratan las desventuras de la subjetividad en el capitalismo tardío, y que Constantino Bértolo caracterizó con mucho acierto como “autoayuda para la clase media”. De todos modos, al decirlo pensaba sobre todo en la novela, cuy@s autor@s, por regla general, suelen estar mucho más sometidos a los imperativos del mercado. Tanto la poesía como el cuento respiran ahora mismo con bastante más libertad.

¿Estamos obligados entonces  en dejarnos atrapar por esa materia oscura?
Pues no lo sé, dependerá de lo que queramos. ¿Vamos a ser capaces de desear una vida, una subjetividad, unas formas de vinculación y una sociedad distintas, con las narrativas que les correspondan? Reconozcamos que los indicios no son muy alentadores y todo apunta a lo peor. Pero precisamente lo peor y lo mejor de una situación como la que estamos viviendo es que no puede descartarse nada.

Usted da clases como profesor de Escritura Creativa, ¿su libro, Materia oscura (2015) pretende enseñar más que divertir?
Yo creo que ni una cosa ni otra. No es, desde luego, un libro que haya escrito en tanto profesor, y fuera de las clases no me siento autorizado a enseñarle nada a nadie. Y es también una obra en la que el registro del humor, tan presente en mis dos libros de cuentos anteriores, se atenúa bastante. Hay humor en los textos de apertura, pero ese humor se diluye después en una ironía de fondo, que abre paso a un registro específicamente poético y visionario.



El concepto de género ¿hasta qué punto es importante para usted?
Curiosamente, el concepto de género es muy importante en mi trabajo como profesor, más que nada porque en una narración el régimen de la verosimilitud lo define, desde el principio, el género. En el terreno de la creación, en cambio, busco más bien disolver el género en el acto de escritura mismo; a condición, claro, de que esa escritura consiga crear en cada caso su propia legalidad y su propio plano de consistencia.
Pese a la complejidad textual que pueda desprender, Materia oscura, subyace mucho de ironía y de humor, ¿tenemos tanta necesidad de sonreír?
En “Materia oscura” yo encuentro más ironía que propiamente humor, como apuntaba antes. ¿Tenemos necesidad de sonreír? No lo sé. Es verdad que ponerle al mal tiempo buena cara es una estrategia elemental de supervivencia. Pero también es verdad que a veces, cuando se rebasan límites que son irrebasables, enseñar los dientes puede ser práctico, y hasta sencillamente imprescindible. Estamos muy necesitados de un poco de felicidad, es cierto. Lo que pasa es que la felicidad, poca o mucha, es casi siempre una conquista.

Recientemente se ha descubierto que “la materia oscura” podría hacer crecer “pelos” alrededor de estrellas y planetas, ¿estamos más cerca de localizar sus propiedades? ¿o usted ya las ha localizado en su libro?
No, en absoluto. Y lo de esa materia oscura que hace crecer  las cosas es de hecho una gran noticia, ahora que hay tanta gente que se toman a sí mism@s por estrellas.


El primero de sus cuentos, con perdón, es irreverente, ¿es este el comienzo que usted quiere para que el lector intuya cómo será el resto?
Bueno, el cuento juega despreocupadamente con puros iconos y creo que en materia de irreverencia se han escrito cosas bastante más fuertes que “Cosmogonía”. Es más bien un cuento sobre (y contra) la creación, en todos los sentidos de la palabra. Lo puse como prólogo al libro porque es el texto que más se parece a mis cuentos anteriores. Y también porque transmite un sentimiento que es fundamental en mí, y que hace poco encontré bellísimamente expresado en esta cita de Simone Weil. “La creación: el bien hecho trozos y esparcido a través del mal”. Este es mi sentimiento de las cosas. Al contrario de las teodiceas clásicas, yo nunca he pensado que el mal que hay en el mundo necesitase justificación. A mí lo que me asombra, muy al contrario, es que en medio de esta monstruosidad haya inexplicables destellos de bien, porque no veo cómo ese bien puede tener su origen en un mundo y una realidad esencialmente caóticos.   

¿Es verdad que usted, servidor de la causa, reivindica el surrealismo en este libro?
El surrealismo no necesita que lo reivindique nadie. Es una práctica, y un modo de sensibilidad y de vida, intensamente vigente en los distintos grupos que forman la comunidad surrealista internacional. “Materia oscura” es un libro interno a este movimiento. Y nunca habría sido lo que es sin el contacto y la inspiración constante de mis compañer@s del Grupo Surrealista de Madrid.

Vamos, que no le gusta su mundo actual, ¿pretende quizá cambiarlo con la literatura?
En tanto institución, la literatura misma es parte del mundo que rechazo. Como surrealista, pienso más bien en un mundo muy distinto, un mundo que cambiase la literatura, y la convirtiera en una poesía ubicua, expansiva, peligrosa, e incluso indistinguible muchas veces del transcurso espontáneo de la experiencia. Es decir: pienso en un mundo donde la palabra y el acto inspirados, la intensidad, la belleza, la maravilla y la aventura no fuesen algo extirpado del tejido de la vida común, y abocado a experimentarse únicamente en las páginas de los libros.

¿Escribe usted con una “pulsión inconsciente”? ¿Debemos entender así Materia oscura?
“Materia oscura” no es, en principio” un libro que haya que entender. No es un libro de y para el intelecto, sino un libro del alma, en el sentido no religioso ni doctrinal de la palabra. También por eso no es un libro del “yo”, porque el “yo” –para decirlo con Heidegger- es “inmediata y regularmente los otros”. Cuando uso terminología freudiana como la pulsión y todo eso es para no parecer demasiado marciano. La propuesta del libro es ceder la palabra a eso que en el sujeto no tiene ni puede tener palabra, y dejarse atravesar por una escritura que acontece en la tensión de esa imposibilidad.

¿Un libro de escritura fragmentaria para los tiempos que corren? ¿O hablamos mejor de posibilitar el significado de la forma?
 No, el valor significante de la forma me preocupaba hace años, pero ahora estoy muy lejos de eso. En “Materia oscura” no hay forma como tal. O si la hay, es en tanto devuelta a su realidad material, es decir: la forma como resto, como huella de una duración. 

Si alguien no entendiera, Materia oscura, ¿con qué le diría usted que se quedara de todo lo que usted pretende decir con él?
Si alguien no entiende “Materia oscura” es que no es un lector para ese libro y no pasa nada. Yo mismo no soy un lector para bastantes libros de cuya calidad no dudo. Sé que como libro “Materia oscura” es una propuesta muy especial, y por eso me siento afortunado de que esté encontrando una recepción muy amplia y hasta muy entusiasta entre l@s lector@s.


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