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martes, 21 de marzo de 2017

María Tena



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LO  DIARIO
              
       El mundo de lo cotidiano, lo que asumimos diariamente como pretexto para descubrir buena parte de la vida de los protagonistas de, Tenemos que vernos (2003), la primera incursión narrativa de una desconocida  María Tena (Madrid, 1953), quien hasta el momento había publicado algunos relatos, artículos y entrevistas en la prensa. La historia se inicia tras el descanso vacacional de toda una familia, en el sur; un mes de tranquilidad, sin contratiempos, con la exclusiva obligación de cumplir a diario con el rito de visitar la playa, y comer, cenar, dormir o leer sin medida. Las primeras imágenes: una pareja, de mediana edad, vuelve a Madrid en el deportivo rojo que ha adquirido recientemente el marido, uno de esos caprichos que él mismo decidió concederse el día que cumplió cincuenta años; los hijos volverán, al día siguiente, en el coche grande y con el resto del equipaje.
               La narradora reflexiona, tras este pasado paréntesis, sobre el concepto de la vida pasada o, aún más, sobre el desarrollo de su relación de pareja y de su propia existencia durante los más de veinte años de matrimonio; al hilo, se añaden juicios sobre la amistad y las relaciones humanas o sobre el evidente concepto humano de culpa. María Tena elabora este largo diario estructurándolo en dos niveles muy diferenciados: de una parte la historia a contar, ¿la de un amor y un desamor?, y, de otra, los mensajes que, confidencialmente, enviará la protagonista a una desenfadada amiga, según el desarrollo de los acontecimientos, pidiéndole, en cualquier caso, consejo pero sin obtener respuesta. Así asistimos, en un gradual proceso narrativo, a la aparente caída de una mujer, a la velada expresión de sus sentimientos más íntimos y, también, al despertar de nuevas sensaciones, tras meditar sobre ese concepto común de que, pese a todo, siempre es posible volver a empezar. Clara, la protagonista, es una mujer culta que trabaja en una editorial, conoce la profesión y ha tenido cierto éxito en el medio, vive a las afueras de Madrid en una espléndida casa, y de una manera holgada; su marido, Pedro, es arquitecto y dirige una constructora familiar, se ausenta frecuentemente y olvidas sus obligaciones matrimoniales; tienen dos hijos, disfrutan de algunas amistades, hacen vida social y se enfrentan al paso del tiempo. Clara se enfrenta, tras un paréntesis estival, con cierta pereza, a un nuevo invierno. Los acontecimientos se suceden en su vida: la venta de la editorial, un nuevo jefe, nuevas aventuras profesionales, un aparente alejamiento de los hijos y el marido, el paréntesis de una relación extramatrimonial y la aventura a una improvisada vida que cerrará el ciclo vital de la protagonista. Tena acierta con la construcción del personaje femenino, desdibuja deliberadamente los masculinos, pero consigue con la expresividad de un lenguaje cotidiano, con la mansedumbre de un fluir narrativo bien contado, acercar la historia a ese tipo de lectores que disfrutarán descubriendo que muchas de las cuestiones y de las nimiedades de nuestra vida se mueven en ese espacio de autoengaño y de improvisación con que nos sorprende nuestra cotidianidad. Esto es, subsistir a la tragedia de lo diario. 







TENEMOS QUE VERNOS
María Tena
Anagrama, Barcelona, 2003

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