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viernes, 19 de enero de 2018

Javier Barreiro



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Un buen trago para una mejor literatura

       La editorial Menoscuarto edita, Alcohol y literatura, de Javier Barreiro, un libro que relata la creación-destructiva de no pocos autores de la literatura universal.

       La curiosa y atormentada relación que renombrados escritores mantuvieron con la bebida es el tema fundamental de Alcohol y literatura (2017), un auténtico recorrido por la veneración que se ha tenido del vino y los efectos de la embriaguez desde la antigüedad clásica hasta la actualidad, y así el libro se convierte en el relato de algunas de las vidas y de las obras marcadas por el alcohol.

La obra
          Javier Barreiro (Zaragoza, 1953) habla de la afición al trago de varias generaciones de escritores y expone algunas de sus mejores obras, y realiza un auténtico, pormenorizado y ameno estudio desde los orígenes y el descubrimiento de los viñedos hasta la total desaparición de las tabernas de algunas emblemáticas ciudades de nuestros tiempos jóvenes. Así, por sus páginas desfilan los nombres de autores contemporáneos, la bohemia española, los hispanoamericanos, los norteamericanos, los británicos y todo lo que tenga que ver con el mundo de la creación literaria, artística y el alcohol, incluido el cine y, por supuesto, la novela negra, por excelencia. Por sus páginas desfilan muchos admirables nombres, que sorprenderán a algunos lectores: desde Enrique Gómez Carrillo a Caroline Blackwood, pasando por Alejandro Sawa, Mariano de Cavia, José Gutiérrez Solana, Manuel Machado, Eduardo Alonso, un curioso Dámaso Alonso, Manuel Halcón, Leopoldo Panero, Eladio Cabañero, Pedro Garfias, José María Álvarez, José López Ruiz, Alfonso Grosso, Gabriel Ferrater, Alfonso Costafreda, Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral, Ana María Matute, Juan Benet, Fernando Quiñones, Fernando Marías, pero también los clásicos Rabelais, Ernest Theodor Amadeus Hoffmann, Gérard de Nerval, Baudelaire, Verlaine y Rimbaud, Faulkner, Hemingway, Pessoa y Pla, los más cercanos, McCullers, Carver, Fante, Cheever, y por supuesto a quien todo el mundo considera el mito del alcohol, Edgar Allan Poe, que según Barreiro, comenzara a beber tras la muerte de su primera esposa, y según la leyenda, llegaría totalmente borracho a su segunda boda. Lo mejor, en dichas páginas hay mucha vida alegre y de una auténtica y dudosa moral, pero se trata, en muchos casos, de una vida auténticamente vivida, y por supuesto crónica de las borracheras de muchos de estos singulares personajes; pero también, hay muchísimo altruismo y un gran compañerismo etílico, que ocultaban admirables bondades humanas y personales; y a medida que vamos leyendo, entre sus páginas, se cuelan  los ecos del ruido y la bulla de los bares, de las barras de los hoteles y de las tabernas más reconocidas del mundo donde existía otra vida, evidentemente distinta. Y así, Alcohol y literatura enumera, también, muchos de los míticos lugares, tascas y tabernas y demás antros frecuentados por los noctívagos que escribían, en muchas ocasiones, para olvidar, y que se asomaban en sus obras, como el Café Varela, el café Castilla, el Colonial, la taberna de la Concha, la tasca del Barbas en la calle Fuencarral, la cervecería madrileña de la calle Hileras, o el garito perdulario de la calle de Arlabán. En ellos entraban los escritores para calentarse el alma y de ellos salían con una merluza que les dulcificaba el gesto y les congelaba la orientación para llegar a su domicilio, si es que lo conseguían, sanos y a salvo.
Curiosidades
    La lista de licores y bebidas alcohólicas es como sigue, absenta, aguardiente, cerveza, chinchón, whisky, cazalla o anís, han bajado por las gargantas de muchos consumidores, y poblado de fantasías las obras de nuestros clásicos universales, de autores contemporáneos, tanto españoles como norteamericanos, hispanoamericanos, ingleses o franceses, y pocos se libraron de una relación turbia con el alcohol. Barreiro, además, cita algunas de esas obras que están en la mente de los buenos lectores, Luces de bohemia, de Valle-Inclán, Con el viento solano, de Ignacio Aldecoa, Tiempo de silencio, de Martín Santos, la espléndida novela corta La parranda, de Eduardo Blanco Amor, cuyo asunto central es una gran cogorza, o La gran borrachera, del sevillano Manuel Halcón, que se convierte en todo un canto al vino.
     La mayoría de estos escritores atravesaron las tinieblas del alcoholismo, pero el abuso y consumo de estas bebidas sobrevoló sus obras y fue así como se convirtieron en algo diferente porque, según ellos, habían encontrado la inspiración  y reforzado su creatividad en el destello de las innumerables copas que llegaron a beber. Lo que nos interesa a los lectores es que dejaron obras que, como el buen vino, mejoran con el paso de los años, libros que, al abrirlos de nuevo, ya han alcanzado el placer de un gran reserva, y literariamente la categoría de clásicos.








Javier Barreiro, Alcohol y Literatura; Palencia, Menoscuarto, 2017.

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