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sábado, 17 de febrero de 2018

Isaac Rosa



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AÚN CUARENTA AÑOS DESPUÉS
              
       Mezclar los conceptos de historia y de ficción ha sido práctica habitual en la narrativa de los últimos años. Un ejercicio ensayado por autores de cierto renombre, cuya repercusión editorial ha supuesto que la obra y el nombre del escritor adquiriesen mayores dimensiones o llegase a convertirse en un auténtico best seller. Por otra parte, debutantes en el género han apostado por esta técnica con resultados dignos de mención en el enmarañado panorama novelesco. El caso de Isaac Rosa (Sevilla, 1974) parece el más reseñable y digno de referir puesto que en El vano ayer (2004), su segunda novela, recurre a contar una historia avalada con abundantes documentos y enriquecida por una exhaustiva bibliografía que corrobora que todo lo anotado en su narración se ajusta, como es habitual, a una verdad histórica.
       Lo sorprendente de este relato es que el autor entra en su propia relación, apela a un lector potencial y, en ocasiones, es interpelado por éste; señala los caminos posibles a seguir en su relato, intercala voces diversas y distintas, ensaya versiones contradictorias de los hechos narrados que incluyen documentos de época, realiza vaivenes de todo tipo y construye una historia que, desde el inicio mismo, el autor se esfuerza en contar sin que para ello sea necesario echar mano de un principio y de un fin; pero todo queda, perfectamente, relacionado con un tejido interno que reproduce esa verdad en que suele apoyarse la ficción, es decir, ofrecer la perspectiva suficiente y el punto de vista narrativo acertado que induce a producir esa incertidumbre de lo expuesto hasta el momento, incluido el desenlace final. Pese todo, la ficción sobresale a una abundante y abultada documentación que llevaría a pensar en una reconstrucción histórica de las actividades clandestinas de la juventud universitaria española de los 60, o una sucesión de acontecimientos y hechos que incluyen los nombres de Aranguren, Tierno Galván, Montero Díaz y García Calvo, modelos, por otra parte, elegidos para reconstruir la vida de simulación de un profesor universitario represaliado al mismo tiempo: Julio Denis, detenido y expulsado del país en aquella época, desaparecido poco después sin dejar rastro, pero que a Rosa le sirve, desde la ficción más pura, para mostrar lo brutal de un sistema policial y lo durísimo del régimen franquista, además de la corrupción moral del momento y, por otra parte, esa nostalgia que sufrieron muchos de los represaliados y de la que con libros como el presente nos vamos curando.
       El joven Isaac Rosa ha escrito una novela (porque pese a su estructura así hay que definirla) para mostrarle a su generación los difíciles años del franquismo, pero sobre todo porque un relato se construye contra esa hegemonía que niega la verdad de una memoria y solo cuando se escribe un relato con una sólida estructura se es capaz de cuestionar e indagar en la medida que aquí se hace. La necesidad de una narración como la presente se podría resumir, perfectamente, en lo que el propio Isaac Rosa manifestaba acerca de su propia obra, el derecho de una juventud a tener una memoria reflexiva, autocrítica y diseccionada de aquellas cosas que algunos muy pronto olvidaron.







EL VANO AYER
Isaac Rosa
Barcelona, Seix-Barral, 2004

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